¿Sabes?

 Es como una dulce introducción al coma,
el introducirse lentamente al vacío,

como sumergirse en un lago negro y denso que te consume,
mientras ves y sientes empapar tu cuerpo perdido.


Es notar la piel fría, 

como una cáscara que debería guardar algo que ya no está,
el cofre más bonito para la más oscura de las tragedias:


el sentimiento de ausencia de uno mismo.


Se vuelve cómico el ver danzar los hilos que te llevan,
como títere envejecido y mutilado, 
guardado en la recámara como última opción,
y acicalado para la batalla,
cual sucia ramera con fe en su atractivo.







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