He dejado la puerta abierta,
al salir.

Tan poquito, que si no te fijas bien,
jamás podrás darte cuenta.

Entreabierta como mis piernas,
que siguen con resaca de ti.

 Cómo mi garganta,
ronca de vomitar por los rincones,
todos aquellos gemidos que no provocas.

Este invierno quiere la revancha,
Dejé la chusta en la ventana,
las últimas caladas saben mejor por la mañana.

Y empiezo a lamerme las heridas que causó
tu orgullo en mi hipotálamo,
Invitandome a la reflexión,
sobre el miedo o sobre el daño.

Hablandome de mí en noches largas,
duermo más que vivo,
si así mi mente calma la sed,
que no me quitan tus labios.


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