Nights on my own


Es lunes por la noche y hoy no he tomado café.
Bueno, realmente ya es martes, pasados tres minutos de las doce.

Me he despertado a la hora prevista, 
y para no variar, he perdido más de dos horas 
intentando no pensar, 
tumbada en mi cama.

Al levantarme, no he hecho la mitad de las cosas que tenía previstas,
han cambiado ciertos planes, 
y otros planes que no se hicieron siquiera
 sólo han tenido lugar en mi mente.

Es martes recién entrado y hoy no he tomado café.
Tampoco he olido sus labios ni acariciado su pelo.

Tal vez estén en otros mientras escribo estas letras,
pero eso es algo que nunca sabré.

A veces siento que sólo soy polvo o que no soy nada,
siento que soy cuando me construye,
a la par que me desconstruye con su falta de atención.

Soy como un fantasma al otro lado del teléfono,
como el cuerpo que calienta las mañanas cuando se digna a aparecer,
soy hormonas ardiendo y mil preguntas que no necesitan respuesta,
soy el miedo al qué pasará mañana,
porque si tú no piensas yo lo hago por los dos,
y es preocupante.

Soy estúpida escribiendo estas letras
 a sabiendas que preferiría escupirtelas en forma de beso,
beso, como siempre robado y escondido.

Soy eso en lo que no piensas, eso que no está.
Tú eres eso que no está, eso que me roba la atención.

Ni soy tú, ni eres yo, y no importa,
puesto que supongo que soy consciente de que esto es cosa del exceso de estrógenos,
y que cuando te huela será distinto,
o quizá no.

Hay capítulos desechados y los hay no escritos,
los hay escritos en la memoria, 
o entrelíneas.

Me encantaría parar el universo en el momento en que te tumbas en mi cama, 
me dices:
 -ven
y rodeas con tu brazo mi cuerpo,
que pierde la ropa en un suspiro...

Y entonces me besas, o te beso yo, 
y el mundo se desvanece fuera de mi habitación.

Pero ese momento siempre termina, y siempre es demasiado efímero,
lo suficiente como para dejarme con tantas ganas de más que me quita el sueño.


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