Tener a mamá durante un par de horas solo para mí,
jugar a cosas de niñas,
echarnos las cartas,
desnudarme delante suya para ser captada,
cosas insólitas y gratificantes.
Hacía tiempo que no respiraba ese calor,
que no sentía el vínculo.
Compartirse y desnudarse frente a la persona que te dio la vida como antes solías hacer con tanta libertad, pero ahora, por la vida puta, y las circunstancias desagradables...
a veces, sentirse como en casa de nuevo, volver a respirar...
Tomar aire y sentir que de verdad formas parte de ese hogar...
Es como un soplo de brisa marina, gélida invernal...
Purificante y ensordecedor,
utópico...
Casi divino.
Dan las ganas de vivir que hace tiempo demuestra mi mirada casi apagada que me faltan,
dan la fuerza que titubea por salir en cada paso que doy,
para continuar, sabiendo que no estás sola.
Las piezas se reparan en familia,
se unen un poco más,
alejando el dolor...
Y hasta las cartas gritan que estoy en stanby,
parada, expectante a cómo se desarrollen los acontecimientos,
por no saber cómo responder,
no poder siquiera parpadear.
Tiempo, el tiempo me devolverá la fe que fue robada.
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