No te conozco...
jugaste a ser distinto y te disfrazaste de mí.
Cambiaste las miradas por puñales y golpeaste fuerte.
Más tarde dejaste de mirarme, dejaste de verme...
Aún recuerdo tus ojos firmes y fijos, casi sin parpadear,
tenues,
a veces olivares destellaban saltando chispas,
y prendían los míos propios.
Yo nunca seré "ella",
yo nunca seré tú,
ni siquiera seré yo, pues,
no me creíste humana.
Perdóname si ya no te creo,
si ya no te veo...
Seguí mirándote,
recuerdo mis ojos firmes y fijos,
casi sin parpadear,
mientras marchabas, lejos de mi,
primero de frente,
andabas marcha atrás, mirándome,
sonreías con desdén mientras te colocabas la gorra,
luego te diste la vuelta y no volviste a girarte más...
Sigo esperando en aquella esquina.
Te seguí en la oscuridad del infierno polar que dictaban tus pasos,
pero creo haberme perdido un poco por esas calles vacías,
aquellas en las que una vez, compartíamos luna y desenfoques.
Sencillamente volviste a hacerme invisible.
Una vez, años atrás, ya muchos,
mis ojos brillaron hasta cegar los tuyos propios.
El brillo arrebatado por el mar bravío,
celoso de sonrisas y momentos,
creía haber sido recuperado de entre las sombras del recuerdo,
pero las sombras no son más que un eco,
un grito a la vida que se extingue por momentos,
un fuego que se apagó por las lágrimas que me obligabas a derramar.
Nunca seré "ella",
nunca seré tú.
Ni siquiera seré yo...
pues no me creíste humana.
Esa pirámide se desconstruye...
Nunca volveré a yacer a tu lado,
he vuelto a ser viento,
tú tomaste tu parte en esto,
tú volviste a romper una vez más los pedazos,
cuando estabas cerca,
cuando soñaba entre tus brazos.
Son rayos y truenos,
cuyo estruendo rememoro,
el jadeo incontrolable del amor prohibido,
nunca hecho...
Amor de agujero,
amor oscuro e imposible,
amor de juguete...
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