Las tonalidades del cielo varían,
de amarillentas a rojizas,
y cada vez más azuladas, casi moradas y grises,
color totalmente terso y firme,
que se deja ver entre las gotas que empañan el cristal,
y el verde cromatismo de los árboles que reinan sobre estas alturas.
También veo gaviotas, revoloteando libres tras la tormenta,
y el aire, que hace danzar las ramas a un ritmo casi melódico,
encantador.
La oscuridad poco a poco va haciéndose con todo,
alimentandose del brillo y aniquilando los tonos,
que en escasos minutos se vuelven negros.
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