Llueve,
y ni siquiera lo escucho,
la música me envuelve.
Estoy mojada,
como mis calles,
la humedad me envuelve y ...
me estoy volviendo loca.
Estoy nostálgica,
y me envuelve.
Me siento ebria de sensaciones y carencias,
de ganas de comerme el mundo por los pies.
Me apetece beberme las ganas y caer redonda inconsciente,
dejarme fluir entre acordes y mis propios jadeos,
intentando tomar respiros en este calor infernal que me abruma.
También llueve dentro de mi habitación,
cada gota sabe a vino amargo deslizandose por mi garganta,
endulzando los segundos de mi paz,
dentro del caos.
Me siento plena e incompleta,
como un vaso a medias manchado de carmín rojo,
abandonado a causa de la pasión irrefrenable,
del ansia de ardor,
y en soledad.
Mañana siempre será un gran día,
pienso mientras mancho mis dedos,
oscuridad que frota mis párpados cansados,
mañana será un gran día.
Se me agota la nicotina y la energía,
las cenizas revuelven mis medias tintas,
agrietando los recuerdos que vuelven entre el estruendo de petardos,
mi padre y yo,
mi hermana naciendo,
mi vida, minúscula...
Se atisba el sonido, en la distancia,
de las gotas estrellándose con firmeza,
volviendo este momento aun más mágico...
Mañana siempre es el día menos pensado.
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