Cada pérdida es una cicatriz,
y cada herida un mar abierto,
que sangra en carne viva,
brota intensamente,
sin dar tiempo a que las vías se estrechen,
poco a poco se desborda el alma
por los frentes abiertos,
y entonces nos desvanecemos,
nos dejamos caer, etéreos y volátiles...
Cada despedida, un nuevo capítulo,
una nueva puerta que se cierra,
astillando del portazo el corazón,
cuando es fuerte,
más a veces son tan lentas y sutiles
que somos incapaces de percibirlas.
Nos convertimos en nada más que un eco,
quizá una sombra que danza tras los pasos que dejamos atrás,
y tal vez, en el preciso instante en el que tratamos de buscarla,
se evapora.
Quizá sea como el demonio en nuestras rodillas,
el adiós,
a veces nos hace precipitarnos junto a nuestros fantasmas,
aquellos que con firmeza escondemos debajo de la cama,
o enterramos bajo capas de piel y cemento...
Quizá sea como el demonio en nuestras rodillas,
el dolor de la ausencia,
sentimiento de desasosiego y melancolía...
¿Sabes?
Esto va por todas las pérdidas,
todo tipo de pérdidas...
Sólo desear ánimo y fortaleza a aquellos que han perdido a alguien, entre las garras de la muerte, por la estupidez, por las drogas, por la inmadurez o por cualquier motivo.
Nunca estarás realmente solo o sola.